Cicatrices

Cicatriz
sustantivo
«Señal que queda de una herida o bien una impresión que deja en el ánimo una experiencia dolorosa.»

Hace ya como 3 años escribí un borrador sobre este tema. No sé qué experiencia dolorosa estaría recordando que me hizo pensar en la analogía entre las cicatrices en el cuerpo y las cicatrices en el alma. Yo no tengo muchas cicatrices en el cuerpo pero si tengo varias de las otras.

Detrás de cualquier cicatriz suele haber una historia, por lo general dolorosa. Vemos una cicatriz en nuestro cuerpo y viene a nuestra mente la situación que vivimos que nos causó la herida. Tal vez a veces nos dejemos llevar por la cadena de pensamientos y terminamos pensando en lo que deberíamos haber hecho para evitar la herida.

Una de las pocas cicatrices en el cuerpo que tengo es en mi mano izquierda, de una quemadura con agua caliente (la típica quemadura de agua caliente del mate que tenemos muchos uruguayos). Esta marca casi que tiene personalidad propia. Hay días que ni se nota, hay días que se muestra en todo su esplendor. Ya pasaron más de 4 años de esa quemadura pero aún recuerdo exactamente cómo ocurrió, con quién estaba, cómo me sentía en ese momento, y cómo me sentí de dolorida después. Lo importante es que probablemente nunca vuelva a llevar el termo bajo el brazo sin haberme asegurado de que está cerrado. Ese es el aprendizaje!

Pasa algo similar con las cicatrices del alma, pero con la diferencia de que éstas son más difusas, más difíciles de ver, más difíciles de aislar, más difíciles de identificar sus causas. Por eso el aprendizaje es más difícil. A veces ni siquiera estamos seguros de qué fue lo que causó una herida. A veces solo vemos las consecuencias en nuestras actitudes o en nuestros miedos, pero no somos capaces de identificar cuál es la causa.

Por eso es tan importante aprender a escucharnos más, preguntarnos por qué nos sentimos así, múltiples veces si es necesario, para poder llegar a la causa raíz y rescatar el máximo aprendizaje posible. Es importante ser sinceros con nosotros mismos y no respondernos lo que creemos que deberíamos responder, sino respondernos con honestidad.

Yo creo que aprender a gestionar nuestras emociones y aprender a tener una buena comunicación con nosotros mismos debería ser parte de la educación básica de los niños. Lamentablemente no lo es. Pero la buena noticia es que nunca es muy tarde para aprender!

Empecemos hoy mismo a tener conversaciones con nosotros mismos, a mirarnos al espejo y preguntarle a la persona que vemos reflejada «¿Cómo estás hoy?», «¿Por qué te sentís así?», «¿Qué podrías hacer para sentirte mejor?». Tal vez así podamos empezar a conocernos más y a querernos más. Tal vez así podamos empezar a descubrir las cicatrices que tenemos en el alma y aprender de ellas.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.